La Iglesia Católica
Información de carácter general
Aunque presente en todo el mundo, la Iglesia Católica, la más grande de las iglesias
cristianas, se identifica como romana debido a sus raíces históricas en Roma y a la
importancia que otroga al ministerio mundial del obispo de Roma, el Papa. Varias iglesias
de rito oriental, cuyas raíces están en iglesias regionales del Mediterráneo oriental, están
en plena comunión con la Iglesia Católica romana.
En 1980 había unos 783 millones de católicos romanos, aproximadamente el 18% de la
población mundial; en los Estados Unidos (1982), los 51 millones de católicos constituían
el 22% de la población. Esta estadística se basa en los bautismos, habitualmente conferidos
a niños, y no implica necesariamente la participación activa en la vida de la Iglesia ni el
completo acuerdo con su doctrina.
En el primer milenio, un creciente distanciamiento entre la Iglesia Católica en
Occidente y la Iglesia Ortodoxa en Oriente condujo a una ruptura entre ellas en el
siglo 11, y ambas partes divergieron las materias de la teología, liturgia y prácticas
disciplinarias. Dentro del cristianismo occidental, la Iglesia Católica vino ser identificada
desde comienzos del siglo XVI por sus diferencias con las iglesias protestantes.
La doctrina católica romana
Las creencias religiosas básicas de los católicos romanos, derivadas del Nuevo
Testamento y formuladas en el antiguo credo de los primeros concilios ecuménicos, Nicea
(325) y Constantinopla (381), son compartidas por otros cristianos. La doctrina central
es que Dios entró en el mundo con la encarnación de su Hijo, del Cristo o Mesías,
Jesús de Nazaret. La fundación de la Iglesia se remonta a la vida y enseñanzas de Jesús, a
cuya muerte siguió su resurreccion de entre los muertos, después de lo cual El envió al
Espíritu Santo a asistir a los creyentes. Esta triple misión dentro del plan de Dios se
describe doctrinariamente como la Trinidad, esto es, Dios de naturaleza única pero
consistente en tres personas divinas. Los católicos romanos dan especial importancia
a los ritos del bautismo y de la eucaristía: el bautismo es la entrada sacramental en la
vida cristiana y la eucaristía es la conmemoración de la muerte y resurrección de Cristo, y
en la que se cree que El está sacramentalmente presente. La eucaristía se celebra
diariamente en la Iglesia Católica. Los católicos también consideran sacramentos el
perdón de los pecados en reconciliación con la Iglesia (confesión); la ordenación al
Ministerio (órdenes sagradas); el matrimonio entre cristianos; la unción
postbautismal (confirmación); y la unción de los enfermos.
Las doctrinas éticas católicas se basan en última instancia en las enseñanzas del Nuevo
Testamento, y en las conclusiones a que ha llegado la iglesia, especialmente los Papas y
otros maestros. En épocas recientes el Papa y los obispos han impartido directrices
respecto a justicia social, igualdad racial, desarme, derechos humanos, anticoncepción y
aborto; un gran número de católicos practicantes no acepta la oposición oficial a la
anticoncepción artificial. La prohibición de la Iglesia Católica para el matrimonio después
de un divorcio es la más terminante de entre las iglesias cristianas, aunque la Iglesia admite
la posibilidad de anulación para los matrimonios considerados no válidos.
La forma de adoración de la Iglesia
La adoración pública de la Iglesia Católica es su liturgia, principalmente la
Eucaristía, también llamada misa. Después de las oraciones y las lecturas de la Biblia, el
sacerdote principal invita a los fieles a recibir la comunión, entendida como el compartir la
presencia sacramental de Cristo. En la liturgia dominical el sacerdote predica un sermón u
homilía, aplicando los textos bíblicos del día a la vida real de los creyentes. La Iglesia
observa un calendario litúrgico similar al de otros cristianos, siguiendo un ciclo de
Adviento, Navidad, Epifanía, Cuaresma, Pascua de Resurrección y Pentecostés. También
sigue su propio ciclo de conmemoración de los santos; la liturgia de la Iglesia se expresa
además en los ritos del bautismo, la confirmación, de bodas, de ordenaciones sacerdotales,
los ritos penitenciales, los de entierros o funerales y el canto del Oficio Divino. Un rasgo
distintivo de la liturgia católica es la oración por los muertos.
La Iglesia Católica fomenta asimismo las prácticas piadosas públicas y privadas,
incluyendo la bendición del Santísimo (ceremonia en homenaje a Cristo en la eucaristía), el
rosario, las novenas (nueve días de oraciones por una alguna intención especial), la
peregrinación a los santuarios y la veneración de reliquias o estatuas de santos. La
importancia de la devoción a los santos (especialmente a la Virgen Maria) distingue al
catolicismo romano y la ortodoxia oriental, de las iglesias de la Reforma. En los dos
últimos siglos la Iglesia Católica ha enseñado como doctrina oficial que María estuvo
libre del pecado original desde su concepción (la Inmaculada Concepción) y que al
final de su vida fue llevada al cielo en cuerpo y alma (la Asunción). También se anima
a los católicos a practicar la oración privada a través de la meditación, la contemplación o
la lectura espiritual. Tal oración se suele hacer con la ayuda de un director en una casa de
retiro.
Organización de la Iglesia
La Iglesia Católica se estructura localmente en parroquias vecinales y diócesis regionales
administradas por obispos. En épocas recientes las conferencias episcopales nacionales han
asumido cierta importancia; la política de la Iglesia se caracteriza, sin embargo, por un
gobierno centralizado en el Papa, el que se considera sucesor del apóstol Pedro, y al que se
ha confiado un ministerio de unidad y fomento. El Concilio Vaticano I (1869-70) realzó
aún más el papel del Papado declarando que en circunstancias extraordinarias el Papa
puede ejercer personalmente la infalibilidad de la Iglesia (imposibilidad de errar en
manterias esenciales de la fe cristiana). Esta doctrina de la primacía e infalibilidad del
Papa es un importante escollo para la unificación de las iglesias cristianas.
El Papa es elegido de por vida por el Colegio Cardenalicio (cerca de 130 cardenales), y es
asistido en el gobierno de la Iglesia por los obispos, especialmente a través del Sínodo
Mundial de Obispos, que se reúne cada tres años. Más inmediatamente en la Ciudad del
Vaticano, la ciudad papal (Estado dentro de Roma), el Papa es ayudado por los cardenales y
una burocracia conocida como la Curia Romana. El Vaticano está representado en muchos
países por un Nuncio Papal o Delegado Apostólico, y en los Naciones Unidas, por un
observador permanente.
Por tradición el clero ordenado, enteramente masculino (obispos, sacerdotes y
diáconos) se distingue del laicado, que ayuda al ministerio de la Iglesia. En el rito
occidental (latino) de la Iglesia Católica, los obispos y sacerdotes son habitualmente
cálibes, en tanto que en muchas iglesias orientales los sacerdotes se pueden casar. Algunos
católicos viven juntos en órdenes religiosas, sirviendo a la Iglesia y al mundo con votos
de pobreza, castiddad y obediencia. Los miembros de estas órdenes de congregaciones
pueden ser hermanas (monjas), hermanos, y sacerdotes. Los sacerdotes pertenecientes a
órdenes religiosas suelen llamarse clero regular, porque viven según una regla (regula, en
latín). La mayoría de los sacerdotes, sin embargo, se ordenan para el ministerio en una
diócesis bajo un obispo y se llaman sacerdotes diocesanos o seculares. La disciplina de la
Iglesia está regulada por un código del Derecho Canónico; en 1983 se puso en vigencia un
código revisado para el rito latino, y está en preparación un código para las iglesias
orientales.
La Iglesia en una época del cambio
Para iniciar la renovación en la Iglesia Católica, el difunto Papa Juan XXIII convocó a un
concejo general, el Concilio Vaticano II (1962-65). A esta reunión de obispos de todo el
mundo y sus consejeros también asistieron observadores ortodoxos, anglicanos y
protestantes. El Conciloo inició cambios que todavía en la era postconciliar se están
llevando a cabo. Las principales reformas en las prácticas de la Iglesia fueron el
cambio del idioma litúrgico (del latín al vernáculo) y la reformulación de los rituales
sacramentales; la apertura ecuménica hacia otras iglesias cristianas; mayor énfasis en
la responsabilidad colectiva de los obispos en la misión de la Iglesia (colegialidad);
mayor preocupación por tópicos políticos y sociales, especialmente aquellos que
involucren cuestiones morales; intentos de adaptar el Evangelio a diversas tradiciones
culturales; reforma a la formación sacerdotal; y aceptación parcial de la diversidad en
teología y prácticas locales.
Estos cambios produjeron incomodidad y preocupación en algunos que sintieron que la
innovación había ido demasiado lejos; para otros los cambios fueron insuficientes y
dolorosamente lentos. Los líderes de la Iglesia reconocen ahora que la puesta en práctica
del programa conciliar implicará un largo proceso de renovación permanente.
Michael A. Fahey
Bibliografía
W Buhlmann, La llegada de la Tercera Church (1977); A. Dulles, Modelos de la Iglesia
(1974); G. Gallup y J. Castelli, Católicos Americanos: creencias, prácticas y valores
(1987); E. O. Hanson, la Iglesia Católica en la Política mundial (1987); R. Haughton, La
Cosa Católica (1979); P. Hebblethwaite, La Iglesia Fugitiva (1978); H. Kung, Qué es ser
cristiano (1976); R. McBrien, El Catolicismo (1980); G. Noel, Anatomía de la Igleasia
Católica (1980); K. Rahner, La Iglesia que Viene (1974).
Catolicismo Romano
Información Avanzada
El término Catolicismo Romano ha sido de uso general desde la Reforma para
identificar la fe y práctica de cristianos en comunión con el Papa. Pero aunque tiene
una reputación el conservadurismo y reacción, el catolicismo es un sistema religioso
genuinamente en desarrollo, que valora la profundización y el incremento de su
comprensión de la fe cristiana. Los principios ignacianos de acomodación y la teoría de J.
H. Newman del desarrollo son dos expresiones de este proceso. Este desarrollo va a veces
más allá de bases bíblicos, pero los eruditos católicos afirman que las doctrinas de la
Iglesia, e.g., en los sacramentos, la Santa Virgen Maria y el Papado provienen de una
"trayectoria de imágenes" en el Nuevo Testamento; se dice que los desarrollos
postbíblicos serían consistentes con el "impulso" del Nuevo Testamento.
En otras oportunidades esta evolución ha implicado el redescubrimiento de verdades que la
Iglesia alguna una vez poseyó pero que posteriormente perdió en el curso de su larga
historia. Incluso la Iglesia ocasionalmente ha reconocido como erróneo algo que antes
había decretado autorizadamente. Reputados eruditos católicos ven la declaración del
Concilio Vaticano II sobre libertad religiosa como en conflicto con la condena de la misma
por Gregorio XVI en la encíclica Mirari vos, de 1832. Los miembros del Concilio
reconocieron el conflicto, pero basaron la declaración en el principio del desarrollo
doctrinal. Los protestantes hostiles al catolicismo debe tener cuidado de atacar posiciones
católicas supuestamente unalterables: la Iglesia ha revertido su posición respecto a asuntos
básicos. Entonces, si bien al catolicismo romano no se le puede encasillar en un sistema
teológico monolítico, conviene distinguir entre dos tradiciones dentro de aquél.
La corriente más importante ha enfatizado la transcendencia de Dios, y la Iglesia
como institución divinamente dispuesta (la "Iglesia vertical"). Esta tradición autoritaria y
centralizada ha recibido varias etiquetas, principalmente por parte de sus críticos, tales
como "medievalismo, romanismo, Vaticanismo, papismo, ultramontanismo, jesuitismo,
integralismo y neoescolasticismo".
Una tradición reformista minoritaria ha acentuado la inmanencia de Dios, y la Iglesia
como comunidad (la "Iglesia horizontal"). El catolicismo de la Reforma dio pié a
movimientos tales como el galicanismo, jansenismo, liberalismo católico y modernismo.
Las dos tradiciones se unieron en el Vaticano II, facilitado por la afirmación de Juan XXIII,
"la sustancia de la doctrina antigua es una cosa... y otra es la manera en la cual se la
presenta". En consecuencia, la comprensión del catolicismo moderno requiere una
descripción de las características del catolicismo conservador que dominó a la Iglesia
especialmente desde el Concilio de Trento (1545 -63) hasta el Vaticano II, más un esbozo
de los cambios de énfasis inaugurados en el Vaticano II.
La Iglesia
La característica más distintiva del catolicismo ha sido siempre su teología de la Iglesia
(Eclesiología). El papel de la Iglesia como mediadora en la salvación se ha enfatizado
más que en otras tradiciones cristianas. La vida sobrenatural es mediada para los
cristianos con los sacramentos administrados por la jerarquía, a la que se debe obediencia.
La Iglesia es tanto monárquica como jerárquica desde que Cristo confirió al primacía a
Pedro, cuyos sucesores son los Papas. La teología pre-Vaticano II enseñaba que la Iglesia
Católica es la única iglesia verdadera de Cristo, puesto que sólo ella tiene una jerarquía
permanente (la cual es apostólica) y la primacía (que es Petrina) para asegurar la
permanencia de la Iglesia tal como Cristo la instituyó. Todas las demás iglesias son falsas
en cuanto les faltan una de las cuatro características de la Iglesia Católica: unidad,
santidad, catolicidad y apostolicidad.
El documento más importante del Vaticano II, la Constitución Dogmática de la Iglesia,
transformó más que revolucionó la Eclesiología. El énfasis tradicional en la Iglesia como
medio de salvación fue sustituída por una concepción de ella como misterio o sacramento,
"una realidad imbuída de la presencia oculta de Dios" (Pablo VI). La concepción de la
Iglesia como institución jerárquica fue substituida por una visión de ella como la totalidad
del pueblo de Dios. A la concepción tradicional de la misión de la Iglesia como
implicando (1) la proclamación del Evangelio y (2) la celebración de los sacramentos,
el Concilio agregó (3) dar testimonio del Evangelio y (4) servir a todos los necesitados.
El énfasis Tridentino en la universalidad de la Iglesia fue complementado con el entender la
plenitud de la Iglesia en cada congregación local.
En el Decreto sobre Ecumenismo el Concilio reconoció que ambos lados eran culpables de
la ruptura de la Iglesia en la Reforma, y buscó la restauración de la unidad cristiana más
que la vuelta de los no católicos a la “Iglesia verdadera". Porque la Iglesia es más grande
que la Iglesia Católica: otras iglesias son comunidades cristianas válidas puesto que
comparten las mismas Escrituras, vida de la gracia, fe, esperanza, caridad, dones del
Espíritu y bautismo. Más aún, la identificación tradicional del reino de Dios con la Iglesia,
a la cual hay que atraer a todos so pena de que la salvación los deje de lado, se reemplaza
por una concepción de la Iglesia como el signo y el instrumento por el que Dios llama y
mueve el mundo hacia su reino.
El Papa
Los dogmas de primacía e infalibilidada fueron promulgados recientemente (Vaticano I,
1869-70), pero tienen una larga historia larga que los católicos remontan a la voluntad de
Cristo (Mat. 16:18-19; Lucas 22:32; Juan 21:15-17) y los roles ejercidos por el apóstol
Pedro (pescador, pastor, anciano, roca, etc.) en la Iglesia del NT. En los siglos siguientes
el prestigio de la iglesia de Roma se acrecentó puesto que estaba situada en el capital
imperial y debido a su asociación con los apóstoles Pedro y Pablo. Se la fue
considerando cada vez más como árbitro de la ortodoxia. El Papa León I sostuvo que
Pedro continúa hablando a la Iglesia entera a través del obispo de Roma, y ésa fue la
primera declaración en tal sentido. El incremento del poder temporal del Papa, que por más
de un milenio reforzó sus demandas de supremacía, se remonta comunmente hasta
mediados del siglo VIII, cuando se produjo un vacío de poder civil debido al derrumbe del
Imperio de Occidente.
En 1234 Gregoiro IX combinó y codificó todas las decisiones papales anteriores en los
cinco Libros de Decretos. Para entonces la Iglesia era entendida sobre todo como una
organización jerárquica visible cuyo poder supremo residía en el Papa. A los obispos se les
requirió un juramento de obediencia al Papa similar al juramento feudal que
comprometía a un vasallo con su señor. Al supremo pontífice ya no sólo se le
consagraba; también se le coronaban con la triple tiara originalmente usada para deificar a
los gobernantes de Persia. La ceremonia de la coronación se continuó hasta 1978, cuando
Juan Pablo I rechazó la corona, acción simbólica repetida por su sucesor, Juan Pablo II. La
cúspide de las pretensiones papales se alcanzó en 1302 con la bula de Bonifacio VIII,
Unam Sanctam, que decretó que el poder temporal estaba sujeto al espiritual y que la
sumisión al romano pontífice "es absolutamente necesaria para la salvación". Estas
pretensiones papales fueron resistidas no sólo por los gobernantes nacionales sino también
por algunos eruditos, en especial Guillermo de Ockham y Marsilius de Padua, y por el
conciliarismo, un movimiento en la Iglesia tendiente a subordinar al Papa al juicio y
legislación de los Concilios generales. Su triunfo más grande fue el Concilio de Constanza
(1414-15) con su ley Haec Sancta, que decretaba la supremacía de un Concilio general y la
colegialidad de los obispos. El conciliarismo fue condenado por sucesivos Papas hasta que
el Vaticano I declaró que las enseñanzas con autoridad papal no están sujetas al
consentimiento de la Iglesia. El Papa fue declarado infalible (inmune al error) cuando
habla ex cathedra (desde la silla) en materias de fe y moral, con la intención de obligar a la
Iglesia entera.
El Vaticano II enfatizó el papel del Papa como "la fuente y fundamento perpetuos y visibles
de la unidad de los obispos y de la multitud de los fieles", un rol que después del Concilio
fue aceptado por algunas iglesias protestantes (véase, e.g., R.E. Brown et al., Pedro en el
Nuevo Testamento, patrocinado por el Diálogo Luterano-Católico de los Estados Unidos).
El Vaticano II también restableció la colegialidad de los obispos, modificando así el
gobierno monárquico de la Iglesia: "Junto con su cabeza, el romano pontífice, y nunca sin
su cabeza, la orden episcopal es la depositaria de los poderes supremos y plenos sobre la
Iglesia universal."
Los Sacramentos
El principio sacramental es otra doctrina característica del catolicismo. El sistema
sacramental, establecido especialmente en la Edad Media por académicos y posteriormente
en el Concilio de Trento, visualizó los sacramentos sobre todo como fuentes de la gracia,
que se podía recibir con independencia del mérito del receptor. La teología sacramental
católica reciente acentúa su función como muestras de fe. Se dice que los sacramentos
otorgan la gracia en la medida en que son señales bien comprendidas de ella, y que los
frutos, a diferencia de la validez, del sacramento, dependen de la fe y devoción del que los
recibe. Los ritos sacramentales se administran hoy día en el idioma local y no en latín, para
aumentar su comprensión.
El catolicismo conservador conectó la teología sacramental con la Cristología, enfatizando
que Cristo instituyó los sacramentos, y el poder de éstos para infundir la gracia de Cristo,
ganada en el Calvario, al receptor. El énfasis más reciente conecta a los sacramentos con la
Eclesiología: no nos encontramos con Cristo directamente sino en la Iglesia, que es su
cuerpo. La iglesia inmedia la presencia y acción de Cristo.
El número de sacramentos fue finalmente fijado en siete durante el período medieval
(en los Concilios de Lyon, 1274; Florencia, 1439; y Trento, 1547). El catolicismo tiene
además innumerables sacramentales, como el agua bautismal, los santos óleos, las cenizas
bendecidas, velas, palmas, crucifijos y estatuas. Se dice que los sacramentales son fuentes
de gracia, no ex opere operanto, como los sacramentos, sino ex opere operantis, a través de
la fe y devoción de quienes los usan.
Tres de los Sacramentos, Bautismo, Confirmación, Eucaristía,
tratan de la Iniciación Cristiana
Bautismo
Se considera que el sacramento borra el pecado original y todos los pecados
personales de los que el receptor se arrepienta sinceramente. Todas las personas
deben ser bautizadas o no podrán entrar en el reino de los cielos. Pero no todo el
bautismo es bautismo sacramental por agua; también hay "bautismo de la sangre", que es el
que se recibe al morir por Cristo (e.g., los "santos inocentes", Mat. 2:16-18), y el "bautismo
de deseo" que es el recibido por los que, implícita o explícitamente, desean ser bautizados
pero están impedidos de recibirlo sacramentalmente. "Incluso aquellos que, sin culpa
suya, no conocen a Cristo y su Iglesia, se pueden contar como cristianos anónimos si
su esfuerzo por llevar una vida buena es de hecho una respuesta a Su gracia, que se da
en suficiente medida a todos."
Confirmación
No se desarrolló una teología de la confirmación sino hasta la Edad Media. Se dice que la
confirmación es un regalo del Espíritu para fortalecer (ad robur), mientras que la gracia
bautismal es para el perdón (ad remissionem). Esta distinción no tiene base en las
Escrituras o los Padres de la Iglesia, pero se ha conservado hasta hoy después de su
ratificación por el Concilio de Trento. Actualmente, sin embargo, la confirmación se suele
administrar al mismo tiempo que el bautismo y por el sacerdote, no el obispo, para resaltar
que ambos ritos son realmente aspectos de un mismo sacramento de iniciación.
Eucaristía
Las doctrinas propiamente católicas sobre la Eucaristía incluyen la naturaleza
sacrificial de la misa y la transubstanciación. Ambos conceptos fueron definidos en
Trento y no fueron modificado en el Vaticano II. El sacrificio incruento de la misa se
identifica con el sacrificio cruento de la cruz, en que ambos se ofrecen por los pecados de
los vivos y de los muertos; por lo tanto, Cristo es a la vez víctima y sacerdote en la
Eucaristía como lo fue en la cruz. La primera referencia a la transubstanciación, doctrina
de que la sustancia del pan y del vino se transforma en el cuerpo y sangre de Cristo, se hizo
en el IV Concilio de Letrán (1215). La Eucaristía también se conoce como Sagrada
Comunión.
Dos Sacramentos, Penitancia y Unción de los Enfermos,
tratan de la Sanación
Penitencia
En la Edad Media el sacramento de la penitencia tenía cuatro componentes que fueron
confirmados por el Concilio de Trento: satisfacción (el hacer un acto de penitencia);
confesión, contrición, y absolución de un sacerdote. Todos los pecados graves tenían
que ser confesados a un sacerdote que actuaba como juez. Desde el Vaticano II el papel del
sacerdote en la penitencia se entiende como el de sanador, y el propósito del sacramento es
la reconciliación con la Iglesia más que la restauración de la amistad con Dios. A través de
la contrición se restablece la unión del pecador con Dios, pero aún así se le requiere buscar
perdón en el sacramento de la penitencia porque su pecado compromete la misión de la
Iglesia de ser santa.
Unción de los Enfermos
En la Edad Media el rito de la unción de los enfermos se fue reservando cada vez más a los
moribundos, y de ahí la expresión de Pedro Lombardo: extrema unctio (unción final). El
Vaticano II redenominó el sacramento como "unción de los enfermos" indicando
expresamente que "no es un sacramento reservado sólo para los que estén en trance de
muerte". El sacramento se conoce ahora como viático, recibido, si es posible, durante la
misa. Antes se le llamaba Extremaunción.
Dos Sacramentos de Vocación y Compromiso:
Matrimonio y órdenes
Matrimonio
La sacramentalidad del matrimonio fue dispuesta por los Concilios de Florencia y Trento.
El matrimonio se considera indisoluble, aunque se permiten dispensas, principalmente en la
forma de anulación (declaración de que nunca hubo un matrimonio válido). Los
argumentos de la nulidad, tan cuidadosamente delimitados por el Código de Derecho
Canónico de 1918, se han ampliado recientemente para abarcar muchas deficiencias del
carácter.
Órdenes
El Vaticano II reconoció que todos los bautizados participan en cierta forma en el
sacerdocio de Cristo, pero confirmó la tradición católica de la jerarquía sacerdotal al
decretar que hay una distinción entre el sacerdocio conferido por el bautismo y el conferido
por la ordenación. El sacerdocio ordenado tiene tres órdenes: obispos, sacerdotes y
diáconos. El primero y el tercero son cargos de la iglesia del Nuevo Testamento; el cargo
de sacerdote emergió cuando ya no resultaba práctico continuar reconociendo el sacerdocio
judío (debido a la destrucción del Templo y de la gran afluencia de gentiles a la Iglesia) y
con el desarrollo de una comcepción sacrificial de la Cena del Señor.
El Derecho Canónico
En los siglos XI y XII surgió una nueva rama de los estudios teológicos, el Derecho
Canónico, como complemento a la supremacía del Papa. Los decretos legales, más que el
Evangelio, se convirtieron en la base para los juicios morales. La Iglesia se entendió
sobre todo como institución en su aspecto jurídico; los aspectos legales de los sacramentos
y del matrimonio eran supremos. Hasta el post Vaticano II el conocimiento del Derecho
Canónico fue el principal prerequisito para la carrera eclesiástica.
El culto a la Santísima Virgen Maria
El Concilio de Efeso (431) declaró que María es la madre de Dios (Theótokos) y no
solamente la madre de Cristo (Christótokos). Esto incentivó la devoción Mariana y
hacia el siglo VII se observaban cuatro festividades Marianas en Roma: la
anunciación, la purificación, la asunción, y la natividad de Maria. A fines del mismo
siglo las iglesias orientales agregaron a estas festividades la de la concepción de María.
Bernardo de Claraval influenció decisivamente la Mariología argumentando que así como
Cristo es nuestro mediador, también es nuestro juez, de manera que necesitamos un
mediador ante el mediador, y así la devoción popular comparaba a la misericordiosa María
con un severo Cristo. La devoción a María floreció entre los siglos XI y XV. El rosario
(tres grupos de cincuenta Avemarías contadas en una sarta de cuentas) era popular hacia el
siglo XII, en que también surgió el Angelus (recitación de oraciones a María en la mañana,
al mediodía y en la tarde, al sonido de una campana).
En 1854, siguiendo otro renacimiento de la espiritualidad mariana, Pío IX promulgó
el dogma de la Inmaculada Concepción, de que María estaba libre de pecado original
desde el momento de su concepción. En 1950 Pío XII definió el dogma de la Asunción
corporal de la Virgen Maria, de que a su muerte su cuerpo fue preservado "de la corrupción
de la tumba " y que había sido "elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, para brillar
refulgente como reina a la diestra de su hijo".
Desde el Vaticano II los eruditos católicos han cuestionado que la negación de estos dos
dogmas marianos implica la exclusión de la Iglesia, puesto que esa negación debe ser
"culpable, obstinada, y manifestada externamente". El Vaticano II ha tendido también a
disociar la Mariología de la Cristología, quitando así énfasis en su implicación en nuestra
redención, y a asociarla a la Eclesiología, de modo que Maria sea vista más bien como tipo,
modelo, madre y miembro preeminente de la Iglesia.
Revelación
El Concilio de Trento declaró a la tradición como igualmente autorizada que la
Escritura, y que la interpretación final de ambas era privativa de la Iglesia. En su
Constitución Dogmática acerca de la revelación divina, el Vaticano II buscó quitar la aguda
distinción hecha por los protestantes entre Escritura y tradición, definiendo la tradición
como las sucesivas interpretaciones de las Escrituras dadas por la Iglesia a través de
los tiempos. Se negó específicamente que la Iglesia estuviera de alguna manera por sobre
ambas fuentes de la revelación: "Este Magisterio no está sobre la palabra de Dios, sino que
la sirve... Es claro, por lo tanto, que la tradición sagrada, la Sagrada Escritura y la autoridad
magisterial de la Iglesia... están tan conectadas y ligadas entre sí que ninguna de ellas se
sostiene sin las otras."
El fracaso del catolicismo post -Vaticano II en dar clara preeminencia a la Biblia deja
descontestos a algunos Protestantes, pero no hay duda de que el estudio académico y
popular de la Biblia por parte de los católicos ha aumentado notoriamente desde 1965. El
catolicismo romano ya no es simplemente reacctivo y polémico, dedicado a defender la
verdad condenando el error. Ahora es un movimiento innovador e irénico, más dedicado a
ilustrar la fe cristiana que a definirla.
F S Piggin
Bibliografía
W M Abbott y J Gallagher, eds., Documentos del Concilio Vaticano II; L Boettner, El
catolicismo romano; Un Catecismo Nuevo: fe católica para adultos; G Daly,
Transcendencia e Inmanencia: un estudio del Modernismo e Integrismo católicos; J
Delumeau, El catolicismo entre Lutero y Voltaire; J P Dolan, Catolicismo: Encuesta
Histórica; J D Holmes, El triunfo de la Santa Sede; P Hughes, Breve historia de la Iglesia
Católica; B Kloppenberg, Eclesiología del Concilio Vaticano II; R Lawler, D W Wuerl, y T
C Lawler, eds., Las enseñanzas de Cristo: un catecismo católico para adultos; R P
McBrien, El catolicismo.
Véanse también
Sacramentos
Papas
Papado
Esta traducción ha sido hecha por: María Victoria Castillo
La presentación original (en inglés) de este documento está en
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está en:
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