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Desde la Reforma, en especial en el Metodismo, se ha aplicado el término "evangelizador" a cualquier predicador itinerante que busca la conversión entre grandes grupos de personas.
La evangelización se fundamenta en la iniciativa de Dios mismo. Porque Dios actuó, los creyentes tienen un mensaje que compartir con otros. "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su único Hijo" (Juan 3:16). "Pero Dios demuestra su propio amor por nosotros en esto: mientras aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros " (Rom 5:8). Como un Padre que añora la vuelta de su hijo perdido, como una mujer que busca afanosamente a un hijo extraviado, o diligentemente una moneda perdida, un pastor que deja a resto de su rebaño para buscar una oveja perdida (Lucas 15), Dios ama a los pecadores y busca activamente su salvación. Dios es siempre misericordioso, "no quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento" (2 Pedro 3:9).
Dios, a su vez, espera que su pueblo comparta su anhelo de salvar al perdido. Para creer en el evangelio la gente primero debe oírlo y entenderlo (Rom 10:14-15). Así, Dios ha designado embajadores, agentes de su reino, para ser sus ministros de la reconciliación del mundo (2 Cor. 5:11 - 21).
El Congreso Internacional sobre Evangelización Mundial (1974) dio una definición amplia de evangelismo. Según el Pacto de Lausanne, "evangelizar es difundir las buenas noticias de que Jesucristo murió por nuestros pecados y fue resucitado de entre los muertos según las Escrituras y que, en cuanto Señor reinante, ofrece ahora el perdón de los pecados y el don liberador del Espíritu a todos los que se arrepientan y crean. Nuestra presencia cristiana en el mundo es imprescindible para la evangelización, como también lo es ese diálogo cuyo propósito es escuchar con sensibilidad, para entender. Pero la evangelización propiamente tal es la proclamación del Cristo histórico, bíblico, como Salvador y Señor, a fin de persuadir al pueblo de venir personalmente a El y reconciliarse así con Dios. Al hacer la invitación del evangelio no somo libres de encubrir el costo de ser discípulos.
Jesús todavía llama a todos los que quieran seguirlo, a negarse a sí mismos, a tomar su cruz e identificarse con su nueva comunidad. Los resultados de la evangelización incluyen la obediencia a Cristo, la incorporación a su iglesia y el servicio responsable en el mundo."
Aunque en la evangelización hay lugar legítimo para la agresividad e incluso para la confrontación, la integridad y el amor deben ser la base de todos los métodos. Además, los que comparten las buenas noticias deben conocer a sus oyentes lo suficiente como para hablar a sus necesidades, en formas que éstos puedan entender (1 Cor. 9:19 - 23). Tratándose de métodos evangelízadores, Pablo habla todavía con autoridad y penetración: "y rueguen por nosotros también, a fin de que Dios abra una puerta para nuestro mensaje... de modo que yo lo proclame claramente, como debo hacerlo. Sean prudentes con los de afuera; aprovechen al máximo cada oportunidad. Que su conversación sea siempre tolerante, sazonada con sal, para que sepan cómo responder a cada uno" (Colos. 4:3).
En su entusiasmo por compartir los beneficios del evangelio los evangelizadores no se atreven a desestimar las obligaciones que conlleva el recibirlo. En muchos círculos evangélicos, por ejemplo, la gente hace una distinción entre aceptar a Cristo como Salvador y aceptarlo como Señor. Esto muy a menudo deja a los convertidos con la impresión que pueden obtener el perdón de sus pecados sin tener que comprometer obediencia a Cristo y servicio en su iglesia. Tales nociones no se encuentran en el NT y en parte pueden explicar por qué la conversión tiene tan poca permanencia en los convertidos modernos.
Se les ha ofrecido y han aceptado "gracia barata" en vez de la gracia libre pero costosa del evangelio. "Considerar el costo" es parte esencial de la respuesta al mensaje del evangelio, no algo que se pueda dejar para más adelante. La conversión a Jesucristo implica más que el perdón de los pecados, incluye obediencia a los mandamientos de Dios y la participación en el cuerpo de Cristo, la iglesia. Como dijo Jesús "Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado" (Mat. 28:19 - 20).
Una forma de mantener la conexión entre la conversión y el discipulado es mantener juntas, en la evangelización, la proclamación y la demostración. En el ministerio de Jesús y en la vida de la iglesia apostólica, la predicación y el actuar, el decir y el hacer estuvieron siempre unidos (e.g., Lucas 4:18 - 19; Hechos 10:36 -38; Rom. 15:18 -19). La proclamación de la salvación sin demostrar su poder transformador en frutos del Espíritu y en buenas obras es tan inadecuada como mostrar los efectos de la nueva vida en Cristo sin explicar su fuente. Anunciar la buena nueva de la salvación sin mostrar el amor de Cristo en la preocupación personal y social no es evangelizar en el estilo del NT. En este acercamiento holístico a la evangelización distinguimos entre regeneración y santificación, y afirmamos que los dos se deben mantenerse muy unidas.
T P Weber
Bibliografía
D Watson, Creo en la Evangelización; J I Packer, La evangelización y la soberanía de Dios; J D Douglas, ed., Que la Tierra oiga su voz; J Engel y W Norton, ¿Qué ha ido mal con la cosecha?; A. Johnston, La batalla por la evangelización del mundo.
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