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En segundo lugar, se afirmó que Jesucristo era más que un gran profeta adoptado por Dios; más bien era "el hijo de Dios", "la Palabra hecha la carne", el divino Logos mismo encarnadas en un hombre. Tercero, también el Espíritu Santo, de cuya presencia la comunidad de creyentes recibió su fe, su confianza en la verdad de esa fe, su santidad, y sobretodo, la eficacia tanto del bautismo como de la Eucaristía, necesariamente era Dios -la presencia de Dios en medio de aquéllos. Para los cristianos, entonces, el Dios único aparecía en lo que denominaron una triple "economía" en, por así decirlo, tres formas o modos.
Pronto surgieron dificultades al formular y entender esta triple "economía". Las visiones divergentes muy luego condujeron a numerosas controversias trinitarias tales como aquellas de la subordinación (doctrina de que el Hijo está subordinado al Padre, y el Espíritu Santo lo está a ambos; véase Arrianismo) y el modalismo (opinión de que los tres modos son transitorios; véanse Monarquianismo y Sabelianismo). Los concilios de Nicea (325) y de Constantinopla (381) subrayaron el dogma de la Trinidad como rechazo expreso de esas doctrinas.
A través de los siglos el Credo nisceno, o Nicénico-Constantinopolitano, ha definido la doctrina básica de la Trinidad para las iglesias católica (romana y ortodoxa) y Reformada (luteranos, reformados, y anglicanos). La teología católica y la protestante han buscado de varias maneras el modo de hacer comprensible la doctrina establecida en Nicea.
Las lúcidas analogías de San Agustín de la divina Trinidad en nuestra experiencia de nosotros mismos como memoria, comprensión y voluntad, y en nuestra experiencia de nuestra propia existencia caracterizada por el ser, la verdad y el amor, han sido el punto de partida de mucho estudio posterior. En el pensamiento religioso de la Ilustración (siglos XVII y XVIII) hubo una fuerte reacción contra el Trinitarismo como misterio "ortodoxo" sin base en la experiencia o en la razón -ésta fue a visión Unitaria y Deísta y la de mucha teología liberal del siglo XIX. A pesar de su diversidad de perspectivas, las grandes figuras de la teología del siglo XX -Karl Barth, Paul Tillich, y más recientemente, Karl Rahner- han encontrado otra vez que la Trinidad es una estructura central, inevitable, de hecho, para expresar el concepto cristiano de Dios.
Langdon Gilkey
Bibliografía
E J Fortman, El Dios Trino: Estudio histórico de la doctrina de la Trinidad (1972); B J F Lonergan, El camino a Nicea: el desarrollo dialéctico de la teología trinitaria (1976); B M Stephens, La última metáfora de Dios: la doctrina de la Trinidad en la teología de la Nueva Inglaterra (1981); C. Welch, En Este Nombre: La doctrina de la trinidad en la teología contemporánea (1952).
Los artículos de CREER indican claramente que la Trinidad no es directamente de la Escritura, pero precisan, sin embargo, las numerosas referencias (en su mayoría, de Jesús), al "Padre", al "Hijo" (otra vez, a menudo de Jesús), y al Espíritu Santo (de muchas fuentes, incluyendo a Jesús). Confiamos en las palabras de Jesús, que no habría hecho comentarios irracionales sobre tales temas. Puesto que la Escritura hace tan obvio que los Tres existen, parecía necesaria ALGUNA explicación respecto de esos tres conceptos tan rotundamente separados. Dado que tanto el antiguo como el Nuevo Testamento establecen en forma absolutamente palmaria que hay UN solo Dios, esos eruditos primitivos concluyeron que la Trinidad era la "mejor" explicación disponible.
A través de los siglos se han propuesto muchos argumentos alternativos para explicar sus Existencias individuales, pero han fallado invariablemente, a menudo porque necesitaban otro número que "UNO" para cuántos Dioses hay.
Hasta el día de hoy la Trinidad parece ser la "mejor" explicación. Válida es la preocupación por la naturaleza "no Escritural" del concepto de Trinidad; no se le menciona específicamente en la Escritura (aunque sí se mencionan los tres, generalmente por separado). Técnicamente, por lo tanto, ES no Escritural, e incluso un tanto "artificial". Pero la gran mayoría de los eruditos cristianos modernos no cree que eso sea necesariamente incorrecto. Considéreselo tal vez una premisa "de trabajo"! Si un día aparece alguien con una "mejor" explicación de la Presencia individual del Espíritu Santo, de Jesús, y del Padre (que todos reconocemos que de hecho existen), aunque confirmando que tenemos UN solo Dios, tal vez cambiemos el concepto de la Trinidad por esa "mejor" explicación. Por cerca de 2.000 años ya, muchas de las mentes más brillantes del mundo han elaborado estas difíciles materias, y el concepto de la Trinidad todavía parece ser la mejor explicación disponible.
Estos comentarios tratan de explicar por qué el concepto de Trinidad, si bien técnicamente no-escritural, es un fundamento tan central del cristianismo. El artículo que sigue da un argumento bastante convincente y lógico para el citado concepto, con contundentes referencias escriturales.
Al representar a Dios como uno, las Escrituras también atribuyen divinidad al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Temas del argumento:
* Dios es uno. A Dios se le atribuye unidad.
* El Padre es divino: una persona separada
* El Hijo es divino: una persona separada
* El Espíritu Santo es divino: una persona separada
* Padre, Hijo, y Espíritu Santo se ponen juntos, separados de todos los demás seres.
Pasajes en que se usa "Padre" como equivalente al Dios, sin implicar distinciones personales:
Deu 32:6; 2Sam 7:14; 1Cro 29:10; Salm 89:26; Isa 63:16; Jer 3:19; Mal 2:10; Mat 6:9; Mar 11:25; Lu 12:30; Juan 4:21,23,24; 2 Co 6:18; Filip 4:20; Stgo 1:17; 1 Juan 2:15, 16
Pasajes aplicado a Dios frente a Cristo, denotando una especial relación con Cristo como Hijo, en su rol de Redentor.
Salm 2:1-11; Mt 11:27 25:34; Mar 8:38 14:36; Juan 5:18-23,26,27; Juan 10:15,30 17:1 Hechos 2:33; Rom 15:6; 1Cor 8:6 15:24; 2Cor 11:31; Gál 1:1-4; Efes 1:2,3 4:5,6
Filip 1:2; 1Tes 3:11,13; 2Tes 2:16; 1Tim 1:2; 2Tim 1:2; Tito 1:4; Filem1:3; 1Ped. 1:2,3; 2Ped 1:17; 1Juan 1:3; 1Juan 4:14; Jud 1:1; Apoc 3:21
No simplemente pre-existente, sino preeminente sobre todas las cosas excepto al Padre, co-eterno con el Padre.
Mt 11:27 28:18; Lu 20:41-44; Juan 3:13,31; Hec 10:36; Rom 14:9; Efes 1:20-22; Filp 2:9,10; Col 1:15,17,18; Heb 1:4-6; 1Ped 3:22; Apoc 1:5 3:14
Creador del universo
Juan 1:3; Col 1:16; Heb 1:16 1:2,10
El nombre divino se le aplica a El como a ningún otro ser excepto el Padre, implicando divinidad suprema.
Salm 102:24,25; Heb 1:8-10; Isa 7:14 9:6; Mal 3:1; Mt 1:23; Juan 1:1; 20:28; Hechos 20:28; Rom 9:5; Efes 5:5; Filip 2:6; Col 2:9; Tito 1:3 2:13; Heb 1:8-10; Salm 102:24,25; 2Ped 1:1; 1Jo 5:20; Apoc 17:14; 19:16
Las Escrituras lo muestran como sujeto de adoración:.
Mt 2:11; 14:33; 15:25; Lu 24:52; Juan 5:23; Hechos 7:59,60; 1Cor 1:2 2; Col 12:8,9; Gal 1:5; Filip 2:10; 1Tim 3:11,12; 2Tim 4:18; Heb 1:6; Salm 97:7; 2Ped 3:18; Apoc.5:13
Es aparte del Padre y del Hijo, y es personal. Se le aplica el pronombre personal ÉL; se le atribuyen hechos personales
Mt 3:16,17; 28:19; Mr 1:10,11; Lu 3:21,22; Juan 14:26; 15:26; 16:13; Hechos 13:2,4 15:28; Rom 8:26; 1Cor 12:11
Se le atribuye poder de conversión y de regeneración
Neh 9:20; Isa 44:3; Eze 36:26,27; 37:14; Joe 2:28; Mt 3:11; Joh 3:5,6; 14:26; Hechos 9:31; Rom 8:9,11,14; 1Cor 6:11; 2Cor 1:22; 5:5; Gál 4:6; 5:22; Efes. 1:13; 3:16; 1Tes 1:6; 2Tes 2:13; Tit 3:5; 1Ped 1:2; 1Juan 3:24; Apoc 22:17
Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo se les clasifica juntos como divinos, aparte del resto de los seres.
Mat 28:19; Rom 8:9,14-17; 2Cor 13:14; 1Ped 1:2; Jud 1:20,21
De la evidencia bíblica respecto de la divinidad del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo resulta:
Que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo se distinguen personalmente entre sí. Esto se reconoce a través de una relación personal del Padre y del Hijo entre sí. Lo mismo del Espíritu Santo respecto a uno y otro.
Cada uno tiene atributos y nombre divinos.
Las proposiciones de la citada doctrina son:
Que Dios es uno, y que no hay más que un solo Dios (Deut. 6:4; Reyes 1 8:60; Isa. 44:6; Marcos 12:29, 32; Juan 10:30).
Que el Padre es una persona divina separada (hipóstasis, subsistencia, suppositum intellectuale), distinta del Hijo y del Espíritu Santo.
Jesucristo era verdaderamente Dios, pero persona distinta del Padre y del Espíritu Santo.
Que el Espíritu Santo también es una persona divina aparte.
La principal contribución del AT a la doctrina es el énfasis en la unicidad de Dios, que no es en sí mismo una pluralidad, ni es El entre muchos otros. Él es solo y único: "el Señor nuestro Dios es un solo señor " (Deut. 6:4), y exige la exclusión de todos sus supuestos rivales (Deut. 5:7-11). No puede haber, por lo tanto, cuestión de triteismo.
Sin embargo, incluso en el AT tenemos claras insinuaciones de la Trinidad. Cabe notar la frecuente mención del Espíritu de Dios (Gén. 1:2 y passim), así como también, quizás, el ángel del Señor en Exod. 23:23. Una vez más obsérvese el plural en Gen. 1:26 y 11:7, como asimismo la forma plural del nombre divino y de la naturaleza de la aparición divina a Abraham en Gén. 18. La importancia de la palabra (Salm. 33:6), y especialmente la sabiduría, de Dios (Prov. 8:12 y sgst.) es otro indicio, y en un verso misterioso, como Isa. 48:16, en un contexto fuertemente monoteísta tenemos una estrecha aproximación a la formulación Trinitaria.
En el NT no hay una declaración explícita de la doctrina (aparte del rechazado I Juan 5:7), pero la evidencia Trinitaria es abrumadora. Todavía se predica a Dios como el único Dios (Gál. 3:20); empero, Jesús proclama su propia divinidad (Juan 8:58) y evoca y acepta la fe y adoración de sus discípulos (Mat.16:16; Juan 20:28). Así a El, como Hijo o Palabra, se le puede comparar con Dios (Juan 1:1) y asociársele al Padre, como por ejemplo en las salutaciones Paulinas (1 Cor. 1:3, etc.). Pero para el Espíritu, o Consolador, se hace también la misma correlación (cf. Juan 14-16).
No es sorprendente, pues, que si bien no tenemos una declaración dogmática, en el NT haya claras referencias a las tres personas en Dios: se las menciona en el bautismo de Jesús (Mat. 3:16-17); los discípulos deben bautizar en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo (Mat. 28:19); la bendición Paulina elaborada incluye la gracia del Hijo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo (II Cor. 13:14). Se hace referencia a la elección del Padre, la santificación del Espíritu, y el derramamiento de la sangre de Jesucristo (1 Ped. 1:2) en lo referente a la salvación de los creyentes.
El hecho de que la fe cristiana implique la aceptación de Jesús como Salvador y Señor hizo que la Trinidad fuera introducida rápidamente en los credos de la iglesia como confesión de la fe en Dios Padre, Jesucristo su único Hijo, y el Espíritu Santo. Las implicaciones de este confesión, especialmente en el contexto monoteísta, se convirtieron naturalmente en una de las primeras preocupaciones de la teología patrística, con el objeto principal de asegurar la doctrina contra el triteísmo, por una parte, y por otra, el monarquianismo.
En la doctrina plenamente desarrollada, la unicidad de Dios se salvaguarda insistiendo en que hay una sola esencia o sustancia de Dios. No obstante, se predica firmemente la deidad de Jesucristo contra los que crean que El ha sido simplemente adoptado a la filiación divina, o preexistente, pero en última instancia, creado. También se preserva la individualidad del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo contra la noción de que éstos no son más que modos de Dios para los propósitos de tratar con el hombre en la creación o salvación. Dios es uno, y sin embargo en sí mismo y para toda la eternidad, es Padre, Hijo, y Espíritu Santo, Dios trino.
Muchos apologistas han encontrado analogías trinitarias tanto en la naturaleza en general como en la constitución del hombre. Ésas son interesantes, pero no debe considerarse que proporcionan una racionalización del ser divino. Más amplia es la sugerencia de Agustín de que sin la Trinidad no podría haber personería o amor en Dios, la divina Trinidad que implica una interrelación en la cual los divinas perfecciones encuentran ejercicio y expresión eternos, independientes de la creación del mundo y del hombre.
Las objeciones racionalistas a la Trinidad naufragan en el hecho de que insisten en interpretar al Creador en términos de la criatura, es decir, la unicidad de Dios en términos de unidad matemática. Más científicamente, el cristiano aprende de Dios mismo a conocerlo, puesto que El ha obrado para nosotros y ha atestiguado su acción en la Sagrada Escritura, y no se sorprende si sigue habiendo un elemento de misterio que desafíe un análisis o comprensión últimos, porque él es solamente hombre y Dios es Dios. Pero en la obra divina según lo registrado en la Biblia, el Dios único se revela a si mismo como Padre, Hijo, y Espíritu Santo, y por lo tanto en la fe verdadera el cristiano debe "reconocer la gloria de la Trinidad eterna".
G W Bromiley
Bibliografía
K. Barth, Dogmática de la Iglesia, I/1, 8-11; J.f. Bethune-Baker, Introducción a la historia primitiva de la doctrina cristiana, 139ff.; W. H. Griffith Thomas, Principios de Teología, 20-31; J. Moltmann, La Trinidad y el Reino; R. W. Jensen, La Identidad Trina; P. Toon y J. Spiceland, Dios único en Trinidad; E. J. Fortman, El Dios Trino; D. M. Baillie, Dios estaba en Cristo; C.W. Lowry, La Trinidad y la Dedicación Cristiana; E. Jungel, Doctrina de la Trinidad; K. Rahner, ¿Qué es la Trinidad? C.F.D. Moule, "El NT y la doctrina de la Trinidad, " ExpT 78:16ff.; T.F. Torrance, "Hacia un consenso ecuménico de la Trinidad", TZ 31:337ff.
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